sábado, octubre 18, 2008

lunes, septiembre 29, 2008

25.09.2008

Quizá va bien hacer recuentos de vez en cuando. ¿Qué es lo que más valoro de la vida, lo que más me llena? Las personas a las que quiero y las cosas que hacen que me sienta una persona más llena, más sabia y más humana. Todo lo demás es complementario. ¿Y qué he aprendido? He aprendido que todo depende de cómo uno quiera ver las cosas, de la actitud que tome ante las cosas. He aprendido que si uno está contento será capaz de sentirse satisfecho, porque aquello que nos hace felices es ni más ni menos que sentirnos orgullosos de nosotros mismos. He aprendido que hay cosas que importan y hay cosas que no importan en absoluto, que siempre vale la pena defender las cosas que importan y que nunca nada es en balde. He aprendido que absolutamente nada del sistema en el que vivo, en cómo está montado, tiene un verdadero sentido, porque he visto que lo que nos hace felices, lo que me une a las personas que me rodean, nada tiene que ver con eso. He aprendido, por tanto, que nunca es ganar o perder, sólo jugar, porque cuando me muera será como si nunca hubiese existido, con lo que cualquier cosa que haga no tendrá repercusión ni consecuencia, más que para mí, mientras esté viva.

miércoles, agosto 13, 2008

¿Renovarse?

Me encantan los libros de los escritores que me encantan porque hablan de historias sucedidas en pueblos con casas de paredes de barro, con camas que son hamacas que cuelgan en clavos al anochecer, y debajo de las ventanas tienen albahaca y jazmines hasta los que llega un hilillo de agua que se escapa de un riachuelo cercano; porque los amantes se hablaban mediante cartas y debían sufrir la lentitud de su servicio; porque escribían en máquinas de escribir, llevaban ropa de lino y enaguas y fumaban cigarrillos sin filtro.

Hoy, las relaciones crecen y se hacen más fuertes gracias a las horas que pasamos hablando por el messenger, y yo he acabado adorando el dibujo del sobrecito con tapa y dobleces que aparece en mi móvil o en la parte inferior derecha de la pantalla de mi ordenador.

Me gusta más el regusto romántico y ocre de las historias de mis autores preferidos, y quizá por eso me resisto a escribir, porque en las historias que conozco aparecen messengers, móviles o sobrecitos que parpadean.

Quizá habrá que reinventarse la historia. Renovarse o morir, dicen.

martes, julio 15, 2008

Con N de toNNNNNta

¿Alguien puede explicarme por qué Mariah Carey le ha puesto ese título a su último álbum?




jueves, mayo 29, 2008

Long haired girl

Ayer soñé que este cuatrimestre había estado tan concentrada haciendo trabajos y estudiando que no me había dado cuenta de que me había crecido el pelo hasta el final de la espalda.

jueves, abril 17, 2008

Muere 'Rosario la dinamitera', la miliciana que inmortalizó Miguel Hernández

Luchó con las milicias en la defensa de Madrid contra las tropas de Franco


ELPAÍS.com - Madrid - 17/04/2008

Nacida el 21 de abril de 1919 en Villarejo de Salvanés (Madrid), fue una de las primeras mujeres en alistarse en las milicias que combatieron en la Guerra Civil contra las tropas franquistas en la defensa de la capital española. Tenía sólo 17 años el 18 de julio de 1936, cuando se sublevó gran parte del Ejército.

Hernández, a los pocos días de llegar a Alcalá de Henares, en noviembre de 1936, tuvo conocimiento de que una miliciana de su batallón, llamada Rosario Sánchez Mora, Chacha, había perdido la mano derecha en unas maniobras mientras ayudaba a fabricar bombas y explosivos. Era la única mujer de la sección de Dinamiteros. Cuando estuvo ingresada en el hospital fue a visitarla el filósofo José Ortega y Gasset.

Miguel Hernández le hizo un poema y después la invitó a ir con él a la radio para leer unos poemas: "No sabía quién era Miguel, sólo sabía que me había hecho una poesía, pero eso lo habían hecho otros, incluso uno me hizo una caricatura", declaró Sánchez.

En 1939, antes de que Franco entrara en Madrid, Rosario partió a Valencia, se reunió con su padre (de Izquierda Republicana), y se dirigieron a Alicante para huir. Pero fueron detenidos. Su padre fue fusilado.

Condenada a muerte

Rosario Sánchez fue encarcelada durante el franquismo y condenada a muerte, aunque la pena le fue conmutada por treinta años de cárcel, de los que sólo cumplió tres. Ya en libertad, se hizo vendedora de tabaco.

En su célebre poema Rosario, dinamitera, Hernández, muerto en la cárcel de Orihuela (Alicante) en 1942, escribía de ella:

Rosario, dinamitera/ sobre tu mano bonita/ celaba la dinamita/ sus atributos de fiera/ .../ bien conoció el enemigo/ la mano de esta doncella/ que hoy no es mano porque de ella/ que ni un solo dedo agita/ se prendó la dinamita/ y la convirtió en estrella.


Noticia en El País

lunes, marzo 17, 2008

El último desafío de la 'duquesa roja'

"La boda en el lecho de muerte de la duquesa de Medina-Sidonia con su secretaria amenaza con provocar una disputa legal entre sus tres hijos y su viuda y heredera"

Noticia


lunes, marzo 10, 2008

si todas las mujeres del mundo ovularan a la vez, el éter que nos rodea se haría sólido, mr ed dejaría de hablar y todos los herejes del mundo se coronarían presidentes de la república

domingo, febrero 17, 2008

viernes, febrero 15, 2008

Retro: More than 10 years ago

De antifaces y apariencias
(hasta esencias de antifaces)

Qué pasa a mi alrededor
que no veo más que antifaces,
faces de sombras oscuras
y sublimes apariencias.

Un destello de luz me engaña
y creo ver la lucidez
de una tez extravagante
que me niega la carencia.

Carencia de lo que imagino,
la carencia del no ver,
ver que las luces se apagan
tras un marco de abstinencia.

Y creo ser yo la luz
entre estas tinieblas oscuras,
amarguras infinitas
que me acaban la paciencia

al no encontar luz ni sol
que destape los telones
y me enseñe reales vidas,
que esto no es un teatro
entre irónicas decencias.

Que no quiero ni teatros,
ni decencias, ni mentiras,
que me tiras los consuelos,
los secretos que creía
de las íntimas presencias.

Y de todo este meneo
de intenciones desoladas
solamente saco en claro
que, si enseñan antifaces
ante faces caprichosas,
creer en uno manda siempre
y buscarse bien la esencia.

sábado, febrero 02, 2008

El amor en los tiempos del cólera

Me acabo de morir un poco.
Creo que me pasa cada vez que acabo de leer un libro de García Márquez. Esta vez incluso no leía a propósito en los momentos que suelo aprovechar para leer (metro, bus), intentando evitar el momento en que se acabara.
Dos perlitas: 100 años de Soledad y El amor en los tiempos del cólera. En ambas te da tiempo de meterte en la vida de los protagonistas, pero meterte de verdad. Contemplas toda su vida, desde que son unos niños hasta viejos, y así cómo no va a querer uno que el libro no se acabe nunca. Vas viendo cómo crecen, cómo cambian, cómo es su carácter, y no solamente como un recurso literario (nunca digas, sólo muestra) sino porque los vas viendo, igual que vas conociendo a una persona o ves crecer a alguien más pequeño que tú. Al cabo de los años, dile años dile páginas, ves que se pueden sentir en un momento desgraciados, pensando para sí mismos, y te los imaginas, más allá de las letras, haciendo un repaso a toda su vida. Tú, que los conoces y la conoces, les dices: Pues sí, Fermina, cómo hemos llegado hasta aquí. Y te ves a ti mismo dándoles una palmada en el hombro, fumando con ellos los cigarrillos que se fuman a escondidas en el lavabo o repasando las cartas de amor devueltas.
Vas leyendo, y reconoces a ratos escenas de tu propia vida. Y no porque hayas vivido lo mismo, ni siquiera algo parecido, sino porque estás notando el mismo escalofrío a lo largo de la espalda, el mismo encogimiento de estómago o la misma placidez que hayas sentido en tu propia vida. Sólo que ahora estás sentado leyendo un libro, no viviendo tu vida, sino espiando la de otros que ni siquiera existen, pero que te los crees hasta el punto de mezclarlos de carne y hueso con tus propios recuerdos.
Y esto es así porque García Márquez es capaz de explicar un silencio con un repique de cencerros y hace rezumar exhalaciones de jazmines y albahaca. García Márquez hace con uno lo que a él le da la gana, ni más ni menos, o si no yo no me olvidaría de dónde estoy ni pensaría más en las levitas de paño de los hombres de mi libro.
Cada personaje tiene una historia, y una vida, y uno quisiera retrasarse en las vidas de las personas que conoce de verdad de igual manera, para que todo tuviera el mismo sabor dulzón en la boca.
Ojalá todos hiciéramos el amor después de la siesta y la luz a través de las persianas mal bajadas nos dejara la piel de tigre manso.