Hay gente que me inspira. Hay gente que se pone a hablar y me estimula de tal manera que las ideas me van y vienen por la cabeza, a lo loco, certeras y precisas. Y entonces me bulle la cabeza y esa ebullición me da un buen humor que ni endorfina segregada. Después voy a un bar, y le digo a una camarera que no me recuerda que la conozo, y me tomo el té más caro del mundo y me sabe el doble de bueno.
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