miércoles, noviembre 23, 2005

Homenaje

A las piedras del paseo que hacen que todo el mundo se tropiece y se formen charcos cuando llueve; a las subidas y bajadas de marea de los Arenales; a los cafés dobles del J.R., que ahora se llama A Queimada; a las banderas y bufandas futboleras que hay en él colgadas; al solete que pega por la calle Progreso, a.k.a. Rúa Gavoteira, a las 4 de la tarde, cuando las señoras gallegas y sus perros y zapatillas de felpa están viendo la novela; a la calle Venecia; a La Casa de Venecia; a los títulos de mis libros; a los trayectos BCN-Stgo, Stgo-BCN; a los Celtas; a las benditas manos del cirujano del Hospital Clínico Universitario de Santiago; a mis niñas y a mis niños; y a sus padres y sus madres; al aparcamiento del Lidl de al lado del Hospital Clínico Universitario de Santiago; a las máquinas de helados de Camy; y a las toallitas (¿húmedas o mojadas?) de los tubos en los que vienen los Maxibones de esas máquinas de helados; al Pizza Móvil, la pizza Clásica, la Grandburger (alias “Handburger”) y a la Pepsi; a los calcetines de dormir y los lacitos del pijama; a los ascensores del Hospital Clínico Universitario de Santiago; al Noya; a Intelsu; a Kolly y su fax; a la señora del Claudio que mete las cosas en las bolsas mientras vigila a la cajera novata y me dice si en BCN se hace de noche antes o después; a los Donuts de chocolate; la caja roja de Nestlé; a Merci por ser así; a la Furgo; a la leña; a Bradomín y Valle-Inclán; al presupuesto que se acaba y la plaza que no; al viento que sopla de noche, bate la puerta y asusta a mi Abuela; al aire limpio de Galicia y a lo bien que se me pone la cara; a lo guapa que estoy en Galicia; a Piñeiro (por mal que me caiga ) e ó pasodobre de Ponteareas y al grupo de cetrería que trabaja en el aeropuerto de Vigo; a las galletas Granola; a estar gorrrda y a ponerse como una foca monje; al Corsa de Chus; al hotel Peregrino que desaparece cuando yo tengo prisa; a las bolsas llenas de animales muertos congelados; al Mercadillo; a los envoltorios de los caramelos de Spanair que esconden un caramelo de fresa; al músico de las escaleras del arco de la plaza del Obradorio y a la backpacker que le escucha; a las exposiciones de Frida en la sede de Caixa Galicia; al calabobos por las calles de Santiago; a la avenida Lugo; a los chicos que se parecen a Andrés; a la estación de autobuses de Santiago; a las figuras de delante de la Catedral, bajo el calabobos; al señor con cara temerosa y un paraguas azul y grana el día después del Madrid-Barça; a las ovejas de los huertos de las casas de al lado de la carretera general por la que van los Celtas; a la habitación 222 y al primer desperezarse de una recién persona llamada Carla; a las primas de las madres de mis niñas; al primer libro que Alguien te regala; a los papelitos de colores que dicen LOBE; ...

A lo bien que me hace sentir volver a ver todo eso.

Y al bien que me hace que todo eso exista.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

impresionante.

Anónimo dijo...

Kris, te lo digo en serio (y esta vez sin k tu m lo pidas): escribes de p.m., y estas wenisma!!(ya te lo dijo mi chuly) :P Sólo tengo una replica que hacer a este comentario, si tuvieses q estudiar en San Martín Pinario, no agradecerias nada al musico de turno del arco del obradoiro!!jajaja. Y para terminar, como m sigo considerando parte de tus niñas, no tienes q agradecer nada. Yo si k t agradezco esas charlas q nos pegamos mientras comemos mandarinas, dando igual el tiempo q pasara dsd la ultima vez. Gracias por tu amistad, y por la confianza q conseguimos mantener!!Tkm