De ‘burgo’, ‘habitante de los burgos’. ‘Burgo’ deriva del bajo latín burgus, y éste a su vez del germánico burgs, que designa a la ciudad pequeña y amurallada. Muchas ciudades fortificadas en varios países europeos, de diversas lenguas, incorporaron burgo a sus nombres, como ocurrió con Gotemburgo (Suecia), Hamburgo (Alemania) y Estrasburgo (Francia). La palabra ‘burgo’ ingresó al castellano a fines del siglo XI, con el significado de 'suburbio o arrabal'. Dos siglos más tarde, los habitantes de las ciudades amuralladas ya eran llamados burgeses y, más tarde, burgueses. Pero, todavía eran burgueses pobres y no soñaban con enriquecerse ni, mucho menos, con tomar el poder. Despreciados por los nobles y por los artesanos, estos burgueses eran herederos de la clase medieval de los villanos y, por falta de alternativas, se dedicaron al comercio, dando inicio así a la acumulación de riquezas que algunos siglos más tarde serviría de base para el surgimiento del capitalismo. Con la aparición de la doctrina marxista, a partir del siglo XIX la burguesía pasó a ser identificada como la clase dominante del modo de producción capitalista y, como tal, se le atribuyeron los méritos del progreso tecnológico pero también se la responsabilizó por los males de la sociedad contemporánea. Los marxistas acuñaron también el concepto de ‘pequeña burguesía’, como llamaron a un sector de las capas medias de la sociedad actual regido por los valores y aspiraciones de la burguesía.
La palabra del día
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