viernes, julio 07, 2006

Hare hare

En esto que bajaba yo por Paseo de Gracia, acabada de salir del Metro de Diagonal que, curiosamente cuando escribía un mensaje de oscuras intenciones, levanté la cabeza y miré directamente a los ojos a un tipo que tenía toda la pinta de ir a decirme algo. Efectivamente, me dijo algo. Y además se sacó, de la manga diría yo, este libro:



A decir verdad recuerdo las cosas que me dijo pero a borbotones y no sé en qué orden. El hombre me contó que había estado porrocientos meses en la India. Tuvo suerte el muchacho, porque era alto, morenote, tenía los dientes muy blancos, sonreía convencidísimo y, como no, era argentino. Chévere. Pues se ve que vivía en New York (porque los argentinos no viven en Nueva York) y un tío se le había acercado igual que se me había acercado él a mí, y le enseñó el libro y no sé qué más y el chico se compró un billete one way (porque los argentinos no se compran billetes de ida solamente) y se fue para allá. Y de esta venía de Amsterdam. Y le digo yo "¿de Amsterdam?". Y es que el chico viaja por el mundo pero 4 ó 5 meses se los pasa en la India seguro. Y lo que venía a decir el muchacho era que desde la primera vez había sido cada vez más y más feliz, y que lo que quería era que alguien como yo, que llevaba una flor en el pecho (benditas flores de fieltro) también lo fuera.
En fin, que quería que le diera dinero por el libro, para que pudieran seguir publicándolo. No sé cómo sacaó el hombre el tema del chocolate. Y me dice: "¿sabés que es afrodisíaco?" Y yo que sí. Y me dice: "te has puesto roja, y no por el sol". Será jodío el argentino. Y que me quería llevar a comer buen chocolate suizo. Aha. Tampoco sé bien cómo -embelasada por sus dientes blancos y esas tonterías que llegan a decir los argentinos que suenan tan bien aunque nadie sepa lo que dicen- me preguntó qué estudio y cuántos años tengo. En otro momento de lucidez me dice: "dame la mano". Y yo pensé: "esto será algún tipo de tránsito de energía cósmica", así que tendía a darle la mano firmemente. Pero él me la cogió con cuidado, alzó su mano con la mía y me hizo dar una vuelta sobre mí misma. "Oooh, liiinda", decía el tío marrano. Y eso, que como había venido de Amsterdam, pensó, como no, que yo podía ser su mejor guía para Barcelona. Dale jabón jabón jabón. Y no sé bien cómo tampoco me vi dándole mi móvil para que apuntara su número. Y a todo esto, pensé yo: "¿y tú cómo te llamas?" "Pablo" Ea, dos puntos más para Pablo, por nombre bonito.
Que pague él el chocolate, o hasta que haya chocolate, está por ver.
Como ya todos os habréis imaginado, cogí el libro (¿yo rechazar un libro? (no es el primero que tengo de enseñanzas de cosas de estas)) y le di 3 euros. "¿Dies euros?" dijo Pablo. "No, no. Tres."
Qué listo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

por dios! y yo por qué no sabía ésto??
si es que cuando una está buena...