lunes, mayo 08, 2006

Vértigo

"Ese chico pelirrojo a quien veo cada día

Clase: Religión
Tema: Dios, la creación, el mundo y las criaturas.
Indicación: Desarrollad el tema sins eguir el libro de texto. Exponed, libremente, problemas, dudas y soluciones personales al respecto.
Curso: Tercero.
Edad: 12 años.
Nombre: Martín Torca.

Redacción

Yo, la verdad, hace tiempo que no medito sobre esas cosas. Quizá sea malo no hacerlo, pero le diré, cuando pienso, o leo, o oigo la frase <>, me imagino al mundo, todo entero, a Dios fuera del mundo y a mí mismo andando por una calle muy muy larga, llena de coches, árboles y gente, veo montañas, ríos, animales en las selvas, otras ciudades con muchas casas y gentes, lo veo, cómo le diría, como si yo estuviera muy lejos, como una película, sí como si estuviera en un cine pero la pantalla al fondo de una sala muy larga, y allí estoy en la película y a la vez mirando la película, y, la verdad, me mareo. Sí, porque pienso: alguien ha hecho esta película en la que salgo y miro a la vez. Podría ser Dios, a lo mejor, el que la ha hecho (lo dijo como un ejemplo), pero entonces pienso que yo, si tuviera una máquina, una cámara, podría filmar una película, y no por eso sería Dios, y a la vez alguien que también tuviera una cámara, podría filmar una película en la que apareciera yo filmando mi película, y otro alguien podría también hacer una película en que saliera el alguien que me stá filmando a mí. Bueno, pues cuando pienso en el mundo, me pasa eso a mí, que es como si viera una peli -cula en la que salgo y a la que estoy mirando, y me siento que me están mirando, no sé quién, mientras yo miro la peli en la que salgo. Me mareo, y por eos ya nunca pienso en esas cosas. Antes, hace tiempo, sí pasaba horas y horas dándole al magín, tanto llegó a preocuparme el asunto de la creación que incluso se me quitó el apetito y el sueño y tuvieron que llevarme al médico. Si no lo cree pregúnteselo a mi madre. Ahora no sé qué escribir sobre el tema, porque ya lo he dicho, no me gusta pensar en ello. Pero puedo explicar las conclusiones a las que llegué hace tiempo, cuando meditaba sobre el asunto. Emepecé a darle vueltas a la cosa hace tiempo. El día de mi cumpleaños me regalaron mis padres todo lo que yo les había pedido, peo mia buela, la tacaña, sólo me regaló una caja de lapiceros de colores y un cuaderno de dibujo. Me fastidió, porque yo le había pedido un coche eléctrico que funcionara con pilas, pero ya le digo, ni siquiera eran acuarelas y el cuaderno. Nos abía dibujar ni me gustaba. Así que guardé el regalito y no lo usé hasta al cabo de muchos meses, porque yo ya tenía lápices de colores y aunque, la verdad, me gustaestrenar lápices y bolis nuevos, como eran regalo de la abuela que me la había jugado, los aborrecí y a punto estuve de dárselos a mi hermana, cosa que no hice porque ella es como es, y le das algo y ya se cree con derecho a creer que todo lo tuyo es suyo, si le das una goma de borrar luego te pide una pluma y si se la das luego te pide otra cosa y cada vez te pide cosas más gordas. Así que no le di la caja de colores. Y yo ya no me recordaba que tenía colores por estrenar y un día estuve en cama, enfermo, con amigdalitis que tenía fiebre y todo, y mucho miedo también porque hacía poco había muerto un hijo de un amigo de mi padre y se me ocurrió que lo mismo podía morirme yo, así que venga llorar y pedirle a mi madre que no me dejara solo. Mi madre para que me distrajera y dejara de dar la lata bajó al quiosco y me compró tebeos. al final de cada tebeo había una página con dibujos: tanques, pistolas, soldados, muchas cosas había que colorear, y como mi madre no encontraba mi plumier en donde tenía yo mis lápices de colores (yo me creo que mi hermana los cogió pensando que como estaba enfermo me iba a morir y podría quedárselos) va y me da la caja que me regaló la abuela. Era bastante grande la caja y en ella, dibujado, había un niño que en la mano tenía una caja de colores como la que tenía yo, y en la caja que tenía el niño, dibujado, había otro niño, el mismo pero más pequeño y en sus manos una caja de colores más pequeña también donde había el mismo niño, aún más pequeño, con la misma caja en la mano, aún más pequeña, y en esa cajita otra vez el niño, mucho más pequeño con una caja en la mano... Y así iba yo contando niños y cajas, unos dentro de otros hasta que... creo que lo cuento mal, pero empecé a marearme y dejé de mirar la caja de colores y me vi en el espejo del armario, que estaba frente a mi cama, y claro, fíjese, me vi con la caja de colores en las manos. Fue una sensación muy rara: yo tenía en las manos una caja en donde había un niño que tenía la misma caja en las manos y en esa caja había otro niño igual con una caja igual y en la caja... Tuve que pellizcarme, en serio, porque pensé que también yo era un niño con una caja en la mano, dibujado en una caja y en tal caso, otro niño mayor que yo tenía en las manos la caja en donde yo estaba dibujado con mi caja. Y claro, ese niño mayor que yo estaba dibujado en una caja mayor que la mía, y estaba en las manos de otro más grande que tenía en las manos la caja en donde estaba el niño más mayor que yo, y que tenía la caja en donde yo estaba. Mi madre dijo que era la fiebre, cuando yo le expliqué esas cosas, y me quitó la caja de colores. Dormí mal, ¿sabe? porque se me dio por pensar: y una de esas cosas que pensé era, mire, que igual que a mí se me podía pasar por la jeta romper la caja y a la vez romper al niño dibujado sosteniendo otra cajita, de la misma manera el niño mayor que yo, el que tenía en la mano la caja en donde yo estaba se le podría pasar por las narices romper su caja (en donde yo estaba), ¿y qué iba a pasarme a mí? ¿Qué culpa tenía yo, si al niño más grande que yo se le ocurría romperme, así, porque sí? ¿Y qué culpa tenía el más pequeño que yo, el que estaba en mi caja, si a mí me daba la gana de romper la caja y a él? Y si la gamberrada, se le pasaba por la cabeza al chico mayor que tenía una caja en la que estaba el mayor que yo, ¿qué?, lo mismo, de rebote recibía yo y también el que estaba en mi caja y así hasta no parar de contar. Otra cosa que pensaba: yo veía al que estaba en la caja que yo tenía, pero ¿me veía él?, supongo que no, porque yo no veía al que tenía la caja en donde yo estaba. Claro, todo esto se me ocurría a mí entonces porque era más pequeño y menos inteligente y no pensaba bien, quiero decir no correctamente, no daba en el clavo, porque se trataba de dibujos, eso me explicó mi padre. Porque claro, yo estaba en la caja, pero aparte estaba en la cama o en el comedor, o en el váter, o en la calle y en la caja no habían dibujado ni váter, ni calle ni comedor. Pero fíjese lo que me pasó que cuando me curé no se me fue la cosa de la cabeza, y en la calle, o en el colegio, o jugando, o comiendo, se me daba la sensación a mí de estar en un sitio cerrado y pequeño y ese sitio estaba metido dentro de otro sitio un poco más grande que estaba también metido dentro de otro más grande y así hasta que ya no podía imaginar el sitio más más más grande de todos. Me daba vueltas la cabeza, de verdad, si pensaba esas cosas. Y ya verá usted lo que me pasó un día. Ya estudiaba yo ciencias naturales, aunque no tanto como ahora, y sabía que dentro del cuerpo de uno hay cosas: hígado, sangre, corazón, riñones, pulmones, huesos, agua... Y me puse otra vez malo y me hicieron un análisis de sangre para ver cuántos leoconcitos, o leuto... bueno, glóbulos rojos tenía, y entonces resultó que tenía muchos millones, lo menos cuatro o no sé cuántos, dentro de la sangre. Eran más que los habitantes de una ciudad. Y también estudié más tarde que había en el cuerpo tejidos y en los tejidos células, millones y millones de células, como habitantes en el mundo, y que morían miles en un segundo y nacían otras tantas miles al mismo tiempo, como en el mundo también. Me daba angustia pensar, y ahora también al escribirlo, eso de que dentro de mí hay tantas cosas, tantos millones de glóbulos rojos, pues es como una ciudad capital formada por personas, a lo mejor tienen casas, como nosotros, o el equivalente a nuestras casas, porque claro, otras necesidades tendrán. Y las células, si hay tantos y tantos millones de millones, pues es como nuestro mundo. Lo que yo pensaba, que está la Tierra y Marte y Saturno a miles de kilómetros de distancia, pues en relación, bueno, en escala, también los riñones están separados del hígado y del corazón y para estos órganos, tan pequeños, esa distancia que los separa debe ser, a lo mejor, como de aquí a Marte. Tenemos nosotros nuestras cosas, amigos, parientes, hablamos y trabajamos, pues los glóbulos también a su manera, pues su trabajo es alimentar la sangre para que no nos muramos nosotros. Cuando una célula no trabaja es que está enferma o vieja y se muere, como los viejos. Me dio que pensar el asunto, porque entonces es lo que le pasa al hombre, trabaja y cuando no sirve es que es viejo y se muere. Pero así como la célula o los glóbulos o el corazón trabajan para que uno esté vivo, ¿para quién trabaja un hombre? Para otro, digo yo, más grande que él, pues pensé que si hay otros seres dentro de mí, a lo mejor es que yo estaba dentro de otro ser más grande que yo, y que mis padres, mis amigos, las ciudades y los mares y las montañas y todo lo que sé que existe, todo, es un mundo dentro de otro ser, un mundo que sería como el de los glóbulos en mi sangre. Pero entonces ese ser tan grande en cuya sangre hay todo el mundo nuestro, estaría también dentro de alguien, y así es el cuento de nunca acabar. Y dicer mi abuela, que es muy beata, cómo que no hay Dios, pues quién hace el día y la noche, y la suerte y la desgracia, y la enfermedad, los terremotos, y las cosas buenas de la vida. Yo no le digo nada, pero el libro de geografía bien lo explica. Y además, lo que yo pensaba: si tomo, por ejemplo, demasiado chocolate, o la menta de mi padre que siempre se deja un poco en la copa después de comer, yo voy y vomito porque me hace daño a la barriga, a los intestinos o al estómago. Lo noto cuando vomito, que en mitad del pecho se abre como un camino y el estómago se me sube a la garganta. Pues así los terremotos, que ése en el que está nuestro mundo, toma algo que le sienta mal. Ese otro, no sé cómo debe ser. A lo mejor los astronautas van y lo descubren, me dije. Pero luego pensé que no, porque lo que ellos hacen es algo así como si mi hígado se disparara hacia arriba: iría descubriendo el estómago, los pulmones, el corazón... (como ellos llegan a la Luna, o a Marte) pero al llegar a la cabeza chocarían con el cráneo y de ahí no pasarían. Y si el hígado viajara en dirección contraria, ahí abajo sucedería lo mismo: la cosa, la expedición acabaría al llegar a la uña del dedo gordo del pie: nunca podría salir mi hígado de mí y verme. Así los asrtronautas no van a poder salirse del universo y ver al ser por cuya sangre (a lo mejor no tiene sangre, pero se lo digo así para que entienda) anda el universo en donde estamos. Así que yo he dejado de meditar sobre estas cosas, porque cuando me imagino el mundo metido en la sangre o en el tejido de otro ser, me da ahogo y me mareo. Y Dios, bueno a eso iba, pues yo me imaginaba que sería el más grande de todos, pero cuando pienso la de millones y millones de universos que tiene metidos en el cuerpo, y que él debe de estar metido en otra cosa... me da como con la caja de colores, alguien me tiene cogido y no puedo moverme, y así como el glóbulo rojo cumple su función en mi sangre, yo tengo una función en la sangre o en lo que sea, del señor en el que estamos todos metidos, y, si esto es así, del mismo módulo que el glóbulo rojo nace rojo y el hígado hígado y los tejidos óseos tejidos óseos, pues en nuestro mundo uno nace hombre, o serpiente cascabel o león, o mariposa. Pero ya no pienso nada de eso, ya se lo he dicho, porque me mareo y me da asco pensar en los cuerpos por dentro, y, en segundo lugar, porque cuando pienso <> supongo que es porque tengo ganas, y si le empiezo a dar vueltas a la cosa y me digo que lo he pensado porque aquel dentro del cual estoy metido necesita que yo vaya a jugar a fútbol y me lo hace desear para que lo haga en su provecho, pues vaya gracia, me pasan las ganas de ir, por puntillo, y entonces pienso que se han pasado las ganas porque él ya no necesita que vaya a jugar, y me hago tal lío que me pongo muy nervioso y a veces tengo ganas de llorar, porque, la verdad, muy claro no veo yo todo esto. Porque mire usted, dicen que hay buenos y malos, guerras, criminales y malas personas... bueno, en la sangre lo mismo, los glóbulos blancos son los malos, y la de luchas que hay en el organismo, a mí me gustaría ser bueno y me esfuerzo, de verdad, pero ¿y si resulta que en la sangre del ser en el que estoy soy una especie de glóbulo blanco en lugar de ser una especie de glóbulo rojo?, ¿de qué me sirve tanto esfuerzo por portarme bien? ¿Y estudiar? ¿Estudian las células? Claro que no, se reproducen por actos reflejos, aunque, bueno, es posible que el ser en el que estamos sea más complejo que nosostros y para sobrevivir necesito médicos, abogados, científicos para sobrevivir (porque todo está en relación con la escala, sabe usted, y un glóbulo es un microser, y yo ya soy macro, y el otro, el grande, debe ser metamacro y así...) y en tal caso, que estudiemos, trabajemos y suframos debe de ser en nosotros actos reflejos semejantes a los que hacen funcionar a los seres microscópicos. Es muy complicado, me da opresión, es como estar encerrado y entonces el cielo me parece un pie, el pie de alguien muy muy grande y nosotros estamos debajo, como cuando ponemos el pie nosotros encima de una hormiga, o mire, nuestro suelo debe ser como un pie para los que están debajo. Ya no sé, a lo mejor me pone usted un cero, pero la verdad, no puedo pensar en estas cosas. Las preguntas del libro me las sabía todas, pero así, ya le digo: me mareo."
Ana María Moix

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande. Denso, pero grande. Muy Grande.

Anónimo dijo...

joder... vaya chapa. que bueno.

Anónimo dijo...

¿¿pero esto quien lo ha escrito: martin torca o ana maria moix??

Anónimo dijo...

ai, la família moix... qué mina.