He cogido el metro en Gavarra y llevada por no estoy segura qué impulso (el error) me he puesto en el lado del andén que conecta, en Diagonal, más de cerca con las líneas de los ferrocarriles (donde me pongo cuando voy al Museo), aunque yo a donde quería ir era a la línea verde.
Me he puesto a leer retomando el libro donde lo había dejado: los protagonistas acababan de encontrar al padre de ella en la tumba de Drácula, infectado ya por, seguramente, dos veces. Y en pleno reencuentro estaba yo meditando sobre la relativa calidad del libro, sobre la supuesta capacidad de la autora para asustar, y sobre que seguramente me daría más miedo si leyera a oscuras, sola, en mi casa, y no en el metro, bajo unas luces tan blancas que son casi azules.
Dos señoras gordísimas (pero gordísimas) estaban de pie delante de mí.
Y entonces ha aparecido un chico monísimo. No excesivamente alto, pero bien, y considerablemente delgado. Rubio, con los ojos azules, barba de varios días y labios finos. Me ha recordado a Andrés. Y parecía extranjero.
Al principio estaba de pie, al lado de las dos señoras gordas y él, antes que a mí, ha mirado a la señora de aspecto cubano y respetable que estaba sentada a mi lado. Creo que luego ha mirado a las señoras gordísimas, y yo he pensado que aunque estuvieran cansadas no las iba a dejar sentar. No eran mayores, sino que eran gordas y, muy probablemente, aunque no seguro, por su culpa.
Luego el chico se ha alejado y se ha apoyado en una puerta, de cara a mí. Llevaba sandalias (como las de Quechua), pantalones beige largos y una camiseta azul de Setem.
En no sé qué estación (Sants, quizá), la señora cubana y respetable de mi lado se ha levantado. Yo he pensado: "Ven aquí". Y como tenía la cabeza gacha he visto, de reojo, un juego de 4 piernas, 2 de ellas las del chico, que intentaban acercarse al asiento de mi lado.
Finalmente, el chico se ha sentado, y me ha dado la impresión de que miraba descaradamente el libro que leía. A mí me ha costado seguir leyendo. Entonces él ha sacado un libro y se ha puesto a leer. Yo me moría de ganas por saber qué libro era así que, al acabar un párrafo, levanté la vista (¿alguien podía saber si había acabado un párrafo o no?). José Saramago. L'home duplicat. Qué mono. Lee en catalán. Un catalanet con aspecto extranjero. Adorable.
Por un rato me parecía que tardaba mucho en pasar página, y me he imaginado que a él también le estaba costando leer a mi lado. Y cuando pasaba página, me rozaba levemente el brazo, y yo jugaba a sentir un escalofrío en el estómago.
Me he preguntado dónde bajaría, y es bien sabido, aunque nunca comentado, que un buen lector apura hasta el final. Diagonal. Se ha levantado él antes que yo. Yo he bajado detrás de él y he subido las escaleras detrás de él. Al llegar arriba, he atravesado las tancas* detrás de él y, al ver hacia dónde iba, leo: L6, L7 (ferrocarriles).
Recuento: he hecho transbordo por donde no tocaba y ya he salido del metro.
Otra persona, para volver a la L3 tendría que pagar otra vez. Yo no, pero ante semejante pérdida de rumbo no me ha apetecido caminar todo el andén hasta el transbordo de la L3.
Así que voy a patearme Paseo de Gracia hasta el Decthlon, que a eso venía.
Ahora escribo esto en un banco de Rambla Catalunya, y mientras lo escríbía he oído un grrruuu. He levantado la cabeza y, entre todas las palomas que ya sabía que estaban por aquí, un lorito hacía malabarismos con una miga de pan nada desdeñable.
Pero justo hoy no he cogido la cámara de fotos.
2 comentarios:
aaai, nada desdeñable...
y es cencerr y no cencer? bueno, mejor con dos R que con una parece que te refieras a un entero. número entero,supongo.
O home que che queira terá que resolver o enigma, vencer ao dragón e demostrarche o seu amor. Mentras tanto a esperar. (Os bois son lentos pero a terra é paciente)
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