lunes, abril 10, 2006

Clarissimo

A los farinelli les cortaban los testículos de pequeños con unos artilugios nada agradables a la vista (como mínimo), y aquéllos que sobrevivían actuaban interpretando papeles tanto de hombre como de mujer ya que la iglesia prohibía a las mujeres subir a escena. Y los farinelli eran muy adorados entre las mujeres.
Claro.
Ya lo entiendo todo.
Y Erzsébet Báthory, la Condesa Sangrienta, mataba y torturaba o torturaba y mataba (hizo ambas cosas) a chicas jóvenes, creyendo que la sangre de ellas la rejuvenecería y la mantendría hermosa. Incluso había ideado un autómata a su imagen y semejanza que abrazaba a quien se le ponía delante para después clavarle unos cuchillos en el abdomen; creó un espejo con reposabrazos para poder observarse tanto tiempo como quisiera; y una jaula-bola demasiado estrecha para sentarse y demasiado baja para ponerse de pie que, además, hacía otras cosas.

Mira tú, cómo vamos a tener un mundo bueno con semejante pasado.

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