Me ahogan las palabras que escribo. Me duele el aire que respiro. Se me alzan de pronto las palabras como cuatro paredes descomunales que me encierran. Y escribirlas me libera, pero verlas escritas me aprisiona, y ya no escribo. Vuestros ojos a veces me hacen daño.
Respiro a base de suspiros. Y ni así me llega el aire.
En cada situación en que me encuentro estoy absorta, imaginando que ya no tengo que esperar, y reiría.
Veintidós años son muchos años de un hacer las cosas. Ahora he conseguido despegarme "los nombres, los rótulos, la historia". He roto "todo lo que encima me echaron desde antes de nacer". Y me paso los reconocimientos externos por el forro mismo de los cojones.
Y con todo eso he hecho una caja de cosas que no han de volver, y pasado un tiempo abriré un armario y las miraré incluso con cariño. Pero aún esa caja me pesa sobre los hombros, y me encorva.
Mientras, yo me escondo en mis ausencias. Cuando no quiero, de verdad, que me encuentren. "Tal vez si mi vergüenza no me ahogara mi voz sería suave y aterciopelada, sin aspavientos". Pero aquí estoy yo, tosiendo verdades a medias.
"En septiembre de 1972, internada en una clínica psiquiátrica, logró convencer a los doctores de que se encontraba estable y le permitieron pasar el fin de semana en su apartamento de la calle Montevideo. No sabían que ella se preparaba para la muerte: la madrugada del 25 de septiembre, Alejandra ingirió una sobredosis de seconal sódico y murió rodeada de sus muñecas que ella misma había maquillado horas antes en una especie de rito de muerte casi teatral aunque macabro. Había dejado escritas en la pizarra de su habitación estas palabras: «No quiero llegar más que hasta el fondo».
"En donde el miedo no cuenta cuentos y poemas, no forma figuras de terror y de gloria.
Vacío es mi nombre, mi pronombre.
Conozco la gama de los miedos y ese comenzar a cantar despacio en el desfiladero que reconduce hacia mi desconocida que soy, mi emigrante de sí.
Escribo contra el miedo. Contra el viento con garras que se aloja en mi respiración.
Y cuando por la mañana temes encontrarte muerta (y que no haya más imágenes): el silencio de la comprensión, el silencio del mero estar, en esto se van los años, en esto se fue la bella alegría animal".
A veces uno no quiere decir nada. Sólo se pretende resumir la intuición de un estado de ánimo.
"Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo»."
A los que les he robado un par de frases, gracias.
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