lunes, abril 10, 2006

Escrito en España

La noche de Santiago
Para que una iglesia de fuego abierta en la noche revele una iglesia de piedra luces constelan el instante:
ramo de luces rosadas
ramo de luces verdes
ramo de luces lilas
ramo de luces azules
rosadas
verdes
lilas
bajo la lluvia.
Cuando estalla el aro de fuego verde vivamente abrazado al aro de fuego azul vivamente abrazado al aro de fuego lila. Criaturas de negro en la lluvia -tou le monde attendait quelque chose. La lluvia sobre nosostros pero los fuegos tenían tiempo de vibrar, de restallar, de danzar unos segundos.
Cuando se arquearon en la niebla ramalazos de crudas luces ingenuas en honor de Santiago yo comprendí -en el jardín, entre niños asustados- que yo, en la niebla (luces ingenuas), no había podido comprender crudas luces en aquel jardín en donde de niña asustada debí comprender cuando se arqueaba la lluvia en ramalazos turbios, grises.
Criaturas en la niebla -tout le monde attendait quelque chose. Contemplar los fuegos de artificio, decirse profundo, gritarse en la boca de la caverna, anunciarse que algo restalla en la niebla. Una propuesta o algo, en fin, a modo de repsuesta o dulce o nefasta, o algo, en fin, a modo de voz venida de la exterioridad más pura.
Pero un restallida en el aire o niebla o lluvia no puede apaciguar, no cerrar una herida.
No cierra una herida una campana. Una campana no cierra una herida. Fue la noche de Santiago. Llovía moroso en el jardín del Hostal. Me voy a ver los fuegos -dijo- con la gente de negro que vino de muy lejos a ser cuerpo presente (en la plaza iluminada por fuegos que se suceden cada vez más vertiginosos porque la lluvia impedía su natural despliegue, evolución y muerte). Sí -dije- ve, ve, ve (sintiéndome, oh siempre, en el centro exacto del abandono). Vi sus ojos en el resplandor cortado de oscuridades hirientes, súbitas. Vi sus ojos en el sonido de la tormenta, en los colores ardiendo como pájaros muy efímeros. Que se vaya -me dije-, yo no pretendo, no intento, no comprendo. No me dejes -dijo-, no me exiles de ti. En lo alto, en lo puro del abandono. Llamarme a mí pequeña abandonadora. Antes de desaparecer vi sus ojos no comprendiendo. Trémulo gesto de mi cara para ir a llorar importantemente en la noche del no se sabe quién es abandonado.

En el camino Santiago-León
Aquello de un único crepúsculo. De un solo solitario gesto de abandono. El no haber visto la nube rosada, la nube de un rosa incinerado; rosa y gris era y era una amenazadora rosa quemada. Detrás, verde y oro. Tan luminosos. Cortejo de nubes grises, rosadas, verdes. Sobre todo la fragancia mental a rosa quemada. En la boca de la muerte ardidas rosas. Crepúsculo inigualado entre Santiago y León. Sentía mi cara de asombrada al borde de la nube. B. se reía. Conduce el auto mirando todo excepto el camino. Si se olvidara del volante, de los frenos. Un metro de olvido et voilà un joli tableau: garçon et fille sur gouffre bleu. En boca de la muerte amantes ardidos. Confiando yo en que era escorpio. Pero no quiso precipitarnos. Entonces, ni las nubes de hoy habrían de consolarme. Por otra parte, ¿quién busca consuelo? Voy a hablar de la vida, señores, voy a hablar de la vida. Por la noche todos los abandonos. Su respirar, su silencio perfecto. Yo en boca de la muerte, insomne y consecuente en mi oficio de idiota desamparada. Pero con el nuevo secreto dentro de mí la peur fout l'camp. Exactamente como una idiota lloré en El Escorial frente al tríptico (falso) de Bosch, pidiendo, sí, pidiendo que me dijera que no tuve razón (como si me interesara tenerla) al decirme debajo de las nubes maravillosas que las nubes no me ayudaban a no querer morir. Y el miedo por haber pensado en escribir un poema sobre esas nubes. Eso fue sórdido. B. contemplaba serenamente. B. no escribe. Luego, no se considera dueño del rojo crepúsculo. Ahora sí tenés cara de poeta -dijo. Me odié. Pero sin duda yo había pensado en el poema para que trascendiera a mi cara, para hacer del proyecto del poema y de mi cara un filtro de amor (sangre tierra de cementerio, saliva de milano, agua de alondras, halo de ángel mudo...). Esto está tan oscuro.
Inminencia. Los ojos se estrellan, no son etsrellas, no disponen de luz propia. Tanto para apaciguar dos ojos. En dónde guardan los ojos sus tesoros. Fiesta incesante en mis ojos mientras en la garganta es miércoles de ceniza, no, es el sabbat, desnudos danzan, alaridos toda la noche, toda la noche es ríspido, abracadabrantoso, rocalloso, pétreo, grietas, desgarraduras, páramo mi palabra, páramo mi lugar de origen, es de noche, danzan, caminan por los muros, danzan en mi garganta, profanacaión, vértigo, si sabíais que yo no.
Cuando habla con su voz, cuando en la playa cerca de Santillana del Mar su voz. Aleteos en mi sexo como en Fuentemilanos el yermo bajo alas negras aleteando (yo sobre su cuerpo como un pájaro singularmente herido). Todo lo que su voz nombra es razón de mi amor. (Ellos alargan sus sombras, hunden sus garras en mi garganta).
Aquello de un único crepúsculo. Para poder mirar las nubes medité previamente en mi suicidio. Para poder amar las nubes, mi último estío, mi último hastío."

Alejandra Pizarnik

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